El 22 de julio de 2025, en medio del clamor de un estadio lleno en Nashville, Coldplay detuvo el tiempo. Chris Martin, solo frente al piano, dedicó el concierto completo a Ozzy Osbourne, quien había muerto días antes a los 76 años. La banda interpretó “Changes”, una balada melancólica de Black Sabbath, cargada de una emotividad que atravesó generaciones.
“Queremos dedicar este show completo al increíble genio, al talento y a ese regalo lleno de carácter que fue Ozzy Osbourne”, dijo Martin, ante un público en silencio reverente. La versión de Coldplay fue sobria, íntima, más cerca del duelo que del espectáculo. “Changes”, publicada en 1972 en el álbum Vol. 4, es una canción inusual en el repertorio de Sabbath: sin riffs ni distorsión, solo piano y voz al borde del quiebre. Martin pareció entenderlo al pie de la letra.
El gesto no fue un hecho aislado. En otros escenarios, la muerte de Osbourne fue también conmemoración sonora: Dave Matthews Band tocó su propia versión de “Changes” en vivo; Geordie Greep, vocalista de Black Midi, fusionó clásicos de Sabbath en un medley sombrío; incluso Lady Gaga apareció en el Mayhem Ball de San Francisco con una camiseta de Ozzy, lanzando “Crazy Train” por los parlantes antes de iniciar su set. En Raleigh, Cyndi Lauper se sumó con un espontáneo canto colectivo del mismo tema, sin ensayos ni guión: solo memoria compartida.
Lo que comenzó como un tributo puntual terminó convirtiéndose en una especie de misa laica global. Desde Tennessee hasta el Reino Unido, la figura de Ozzy Osbourne —exagerada, excéntrica, inolvidable— fue recordada a través de una canción que rara vez sonaba en sus conciertos. Pero “Changes” era la elección correcta. Escrita en un momento de separación y duelo, su letra (“I’ve lost the best friend that I ever had”) se convirtió en epitafio involuntario.
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Ozzy mismo la había reinterpretado en 2003 junto a su hija Kelly, transformándola en un testamento emocional. Esa versión escaló en los rankings británicos y volvió a poner el foco en la capacidad del artista para hablar desde la fragilidad, más allá del maquillaje oscuro y las leyendas de excesos. En Nashville, esa dimensión humana fue la que Coldplay rescató. Sin artificios, sin distorsión, solo un piano y una voz repitiendo lo inevitable: los cambios llegan, y con ellos, el vacío.
Chris Martin lo dijo sin rodeos: “Ozzy, te amamos, estés donde estés”. Más allá de lo literal, la frase capturó el espíritu del momento. Porque a veces no se trata de una canción, sino de lo que esa canción significa cuando se canta para alguien que ya no está.