Día 1: Sábado
Después de semanas de evaluar nuestra asistencia al Rec ya que, estamos a 2 horas y cuarto de distancia en bus, finalmente compramos los pasajes, con la tristeza máxima de saber que nos perderíamos algunos “platos fuertes” ya que el último bus que sale del Terminal de buses Collao a casa los sábados parte a las 20:30 y no hay más. ¡Tristísimo perderse a Juanes! ¡Casi imperdonable perder a 2 minutos! pero íbamos a ganar en bandas locales. Era la idea.
Este era el cronograma original del sábado:
El río atmosférico amenazó al Rec
Sin embargo, a medida que se acercaban los días y aumentaba nuestro entusiasmo, con horror nos enteramos de que se aproximaba un río atmosférico que dejaría 50 mm de agua en “Tropiconce”.
No íbamos a dar pie atrás, eso era seguro y albergamos la tibia esperanza de que lloviera sin frío.
Desde el miércoles, nuestros ojos estuvieron pegados en Meteored y Windy, para tratar de anticipar lo que podía suceder.
Salimos de casa el sábado a las 9 de la mañana con un temporal. Ya de camino y arriba del bus nos enteramos de que había una reasignación en los horarios y escenarios por la lluvia. El comunicado de la organización decía que a partir de las 18, los shows de mayor envergadura podrían realizarse en los escenarios más grandes y “mil pedazos de mi corazón volaron por toda la sala del bus” (no estaba en mi habitación).
¿Qué hacemos? -pensamos- ¡a la chucha! vamos nomás y veamos qué pasa.
Llegada a Concepción
Cuando bajamos en el terminal, estaba la lluvia dando palos. Corrimos al paradero del frente y tomamos una micro en dirección al Parque Bicentenario. En la radio de la micro el locutor hablaba de esto mismo.
Nos bajamos en el Líder y cuando el parque se abrió ante nuestros ojos, el espectáculo era desolador. Los escenarios principales, Antuco y Lanalhue, estaban completamente vacíos; haabía barro y pozas que parecían pequeñas lagunas donde debía pararse el público. No había puestos de comida ni vendedores ambulantes. Todo hacía pensar en la debacle.
Atravesamos todo el parque en dirección al Teatro Biobío para analizar la situación bajo una lluvia vertical que casi no dejaba abrir los ojos, con los pantalones mojados hasta los calzones y el agua escurriendo a lo maldito por la chaqueta.
Nos cruzamos con unas vendedoras ambulantes que, como nos vieron con credencial de prensa, nos preguntaron si sabíamos a qué hora saldría Juanes. Les dijimos lo que sabíamos: “a las 18 se reactivan los shows de afuera” dijimos con poca convicción bajo las nubes cargadas. Nos agradecieron y se fueron cantando “La camisa negra” bajo la lluvia.
Evaluación de la situación
Una vez dentro del Teatro Biobío pudimos evaluar el ánimo que nos llegó como un gualetazo acuático: Un montón de guardias cobijados del agua y el frío, periodistas y fotógrafos sentados en las escalas y cientos de personas deambulando entre los stands de emprendedores dispuestos en los pasillos del teatro quienes, a mi juicio, fueron los grandes ganadores con el evento climático.
Entre los pasillos nos encontramos con un amigo de oficio quién nos comentó entre bambalinas que no se haría nada afuera en todo el día. Como dijo el gran Luis Miguel, no había que culpar a la lluvia. El responsable de que se suspendiera todo lo exterior era el viento agresor que podía volar una pantalla, un cartel, cualquier cosa y herir a alguien. Era sensato, más no podíamos anticipar nada mientras las autoridades y los organizadores no confirmaran la información. Mientras tanto: fumamos. Salimos para no hacer más bulto entre la gente que acudió al teatro con sus hijitos para ver los espectáculos infantiles.
Se reagendan los horarios del Rec
A las 15:00 iba a suceder la conferencia de prensa donde iban a informar de la suspensión de los eventos al aire libre. A las 15 con 10 llegó a la sala acordada para el anuncio Rodrigo Díaz (el Gobernador) junto al equipo técnico y logístico del Festival REC quienes confirmaron que algunos de los espectáculos preparados para los escenarios principales iban a ser reprogramados en el Teatro Biobío y La Bodeguita de Nicanor.
Los conciertos de Alectrofobia, Camila Moreno, Nicole, Christina y los Subterráneos y Alain Johannes Trío fueron los traslados al recinto techado y se presentarían desde las 17:30 horas, según lo anunciado. TFRIED, Constanza Nicolet, CATALINA y Red Bull Batalla, encontrarían su espacio y público en el local de Aníbal Pinto 1661. Lo demás, sería trasladado al domingo.
¡Qué pena! Queríamos ver a Nicole con todo nuestro corazón pero, al revisar los nuevos horarios nos dimos cuenta que iba a estar pisando el escenario cuando debíamos estar en la micro de camino al terminal. Ese fue el momento de mayor desazón del día. “Dame luz” se alejaba de nosotros.
Mazapán y toda su ternura a teatro lleno
¿Cómo pasamos la pena?: ¡Con Mazapán! y allá partimos a ver un espectáculo precioso: cantamos a todo pulmón la «Chinita Margarita», «El carnavalito del ciempiés», «Te Pito o Te Henua», «La mazamorra del poroto coscorrón», «Taco y punta», entre otros clásicos y terminaron con «El ratón». La gran ausente fue “La cuncuna amarilla” y a la gente le costó salir del teatro.
Los papás más rebeldes se quedaron cantando a grito en cuello en sus asientos mientras los técnicos corrían como locos haciendo el cambio de instrumentos. Yo también la canté. Lo confieso.
Alectrofobia
De la ternura de Mazapán, pasamos al Rock de los temuquenses de Alectrofobia quienes partieron con «El Poder» y la promesa de compartir canciones de su nuevo disco «Portal», que habla del abuso de drogas y de salud mental e incluye colaboraciónes con Plumas.
Para el público, tenían una sorpresa y llamaron a los hermanos Camilo y Abel Zicavo (ex integrantes de La Moral Distraída) que irrumpieron con toda su onda en el escenario. Cantaron un par de temas como «Fiesta en el Barrio«, y se fueron para que siguiera el rock.
Buen sonido, buenas canciones, aunque algunos comentarios de Gerardo Elgueta (vocalista y bajo) quedaron suspendidos en el aire de forma incómoda ya que fue difícil identificar si estaba bromeando, cuando Camilo y Abel salieron del escenario. Seguro fueron los nervios propios de la locura del día.
Destacada fue la participaación de Tanty Ibarra, la baterista que reemplazó a Alonso Cabello (que dejó la banda en ese mismo octubre), mostrando una chorrada de destreza.
Terminarton el show con «Ruidos» como un sentido homenaje a Omar Acosta (vocalista de BBS Paranoicos y Bonzo) quien falleció días antes (el 20 de octubre) producto de un paro cardíaco, en el Quisco, a los 58 años.
A pesar del frío y la lluvia que acontecían afuera, dentro del teatro el calor era infernal.
Al salir del show, las escalas estaban invadidas por miles de personas. Había filas simultáneas para Camila Moreno y Nicole y acá no puedo omitir aplausos para el público asistente quienes, en vez de silbar y emputarse, echaban la talla mientras esperaban pacientes su turno para entrar al teatro.
Camila Moreno en el Rec
El Show de Camila Moreno estuvo impecable y su desplante en el escenario fue maravilloso. También fue generosa en hits que el público coreó encantado, como ocurrió con «Antes que», «Tu mamá te mató» (Mala Madre – 2015), «Es real» (2020) y «Millones». Su voz impecable. Los músicos perfectos.
Antes de que comenzara a sonar la canción «Quememos el reino» Camila se mandó un discurso acerca del horror que está ocurriendo en Palestina y quiso mostrar este tema como un homenaje a las madres y niñas que son las víctimas de toda esa locura; pero sobre todo, señaló que era también un homenaje a las mujeres de América Latina a las mujeres indigenas de latinoamerica. «Para mí, quemar el reino es quemar las lógicas del patriarcado, las lógicas del poder que nos oprimen, nos hacen competir, asesinarnos y comportarnos como si estuviéramos en el pasado». Dijo.
Además se dio el lujo de presentar algunos temas de su último trabajo discográfico «Rey Secreto» (2022).
Lindo show. Preciso.
Lamentablemente ese era nuestro deadline. Había que partir.
Fin del show para Fanky
Al salir, ya no había lluvia. En su lugar había gente, mucha gente que comenzaba a acumularse en las puertas del teatro que ya estaban cerradas. También había ambulantes vendiendo comida, chapitas, cervezas, quequitos y toda la chimuchina que acompaña a los recitales. La fila para entrar al teatro llegaba hasta la calle. Los food trucks tenían algo de clientela. Por mi parte, probé las frutillas confitadas para darle algo de energía al cuerpo.
Como había tanta gente nos fue imposible tomar micro porque estábamos a contrarreloj, pero logramos llegar a tiempo. El bus ya estaba puesto en el andén y a través de la señal de TVU pudimos ver un pedacito del espectacular show de Nicole que salió con un enterito negro estrellado, hasta que se perdió la señal carretera adentro.
A pesar de la lluvia, el día fue un 10 de 10, pero nos quedaba el siguiente dilema: ¿Qué hacemos mañana? (por el domingo). El nuevo timeline quedó épico. ¡No podemos volver a las 7 de la tarde!. Había que hacer algo.
Revisamos las cuentas. Hicimos cálculos atómicos y descubrimos de que siendo “no tan responsables” podíamos arrendar un Airbnb en Conce. ¡No se diga más! y así lo hicimos. Era más irresponsable con nuestra salud mental perderse a Juanes, Candlebox, Café Tacvba. Nos quedamos hasta pasada la una de la mañana haciendo los arreglos y cortando bolsas para proteger las cámaras porque todo indicaba que tendríamos que sacar las fotos bajo la lluvia. Pero no importaba nada. Nos fuimos a la cama contentos y a la expectativa de tener un domingo para recordar por siempre.
Día 2: Domingo
Los buses estaban copados así que debimos partir el día temprano. A las 6 y 30 ya estábamos en pie para llegar a las 8 al paradero donde pasan los buses interprovinciales.
Ya de camino, en medio de la carretera nos enteramos de otro problema: el depa que habíamos arrendado estaba ocupado y por una descoordinación del administrador no teníamos dónde quedarnos: ¡HORROR! Suerte que habían departamentos todavía disponibles y pudimos hacermos de otra guarida.
Como llegamos temprano, nos fuimos a hacer hora a la biblioteca donde nos encontramos con una exposición de flores. Llegando al lugar, volvió a llover otra vez. El fantasma de la suspensión se hizo nuevamente presente pero ya estábamos en Conce. Nada que hacer.
A las 14 ya estábamos instalados en un espacio calientito: un tecito y una ducha fueron la clave para recomponer los huesos entumecidos mientras revisábamos la programación y decidíamos cómo nos repartiríamos tanto show. Al final y como no sabíamos cómo funcionaría el mambo, decidimos llegar y ver en terreno si nuestro plan tenía algún sentido.
Rec a full
Cuando llegamos, la cantidad de gente era inmensa. Los ambulantes estaban a todo ritmo, gritando sus mercancías. Fuimos a la carpa de prensa y con sorpresa vimos que la organización de este año se estaba luciendo: había sillas para esperar las conferencias, mesas para poner los computadores, pantallas para ver lo que sucedía en el escenario y unos sillones preciosos para esperar a los artistas. Estaba calientita y había agua. Simplemente espectacular.
Por la hora, estábamos justo a tiempo para ver a los argentinos de 2 minutos ya que era uno de nuestros imperdibles. Lamentablemente, en el escenario Llacolén que estaba detrás del Teatro Biobío, no hubo corral de prensa así que quedamos detrás de la carpa de sonido. Sin embargo y aunque las fotos que logramos sacar no son del todo buenas, pudimos disfrutar de la simpatía de Walter «Mosca» Velásquez y Marcelo Pedrozo echando la talla con que habían venido a ver a Juanes y celebrando el festival. También pudimos escuchar temas evocadores de tanta juventud y calle como “Contrabando de amor”, «Canción de amor“, «Amor suicida», «Como caramelo de limón”, “Aeropuerto” y “Ya no sos igual”.
La banda de de Valentín Alsina (Buenos Aires), que debutó el día que asumió Carlos Ménem en Argentina, conquistó nuevamente a las casi 10 mil almas que acudieron a encontrarse con las temáticas barriales que sacuden a casi todos los arrabales de América Latina como los problemas con la policía, las peleas callejeras, el alcohol o el suicidio y tienen tanto sentido hoy sus letras, como lo tenían en los últimos estertores de los 80’s.
Hubo pogo, hierba, chela y punk. Mucho punk. Solo pudimos ser parte del Punk porque quedaba mucha tarde como para aventurarse con las tentaciones. Quedamos prendidísimos.
Francisca Valenzuela en el Antuco
Una vez terminado el show nos fuimos corriendo a ver a Francisca Valenzuela que ya había comenzado su espectáculo. Llegamos justo para escuchar “Ya no se trata de ti” y en el escenario Antuco, donde máas tarde tocaría Juanes, sonó infinitamente mejor que en el disco. ¿Cómo logra eso? Quizás era la emoción del momento.
Miles cantaban “Dejaste escombros / me dejaste demonios circulando…”. Simplemente maravilloso. Afortunadamente quedaban varias canciones en su repertorio de la tarde como «Buen Soldado» y «Quiero Verte Más«. También tocó canciones de su disco «Adentro», que pudimos escuchar en agosto de este 2023 que todavía no se acaba. Incuso pudimos disfrutar de “Muérdete la lengua”. La oriunda de California mostró todo su desplante en un Concepción que la recibió nuevamente con los brazos abiertos.
Pedro Piedra
Inmediatamente después comenzó Pedro Piedra. Era cosa de moverse unos metros por el corral de prensa para verlo salir y sembrar la locura en el público, que se las sabía todas.
“En el día que nací, el médico se confundió / dijo que yo era retrasado”… éxito tras éxito. Avanzado el show y para presentar a la banda, fue simulando asesinar a cada uno y divertidamente fueron cayendo a tierra. Incluso se tiró al suelo después de simular su suicidio. Bailar, gritar, sacar fotos. Es lo que pudimos hacer. Mi corazoncito sintió pena por no poder ver a Francisco Victoria e Ineino, pero transitar era imposible. Podría decirse que estábamos en una suerte de “Vacaciones en el más allá” y después venía Juanes. Era inviable y completamente utópico pretender salir de los escenarios principales. Los accesos estaban colapsados por la cantidad histórica e inaudita de gente. Pedro Piedra terminó su espectáculo con “Amar en silencio”. Un show sencillamente adorable en la «hora dorada», en el que reconoció que era primera vez que tocaba ante un público tan masivo.
Juanes en el Rec
Ni bien terminó Pedropiedra y se diseminó en el aire su simpatía y su música perfecta, salió Juanes, como un felino al escenario.
Demás está decir que hubo una explosión del público que, a esa hora, llegó al peak de asistencia. «Siempre después de la tormenta sale el sol», dijo al iniciar el show, haciéndole frente al elefante en el salón de la postergación de su show y se largó a repasar su discografía, estremeciendo al escenario Antuco con grandes himnos del rock latino, como «Mala gente», “A Dios le pido”, “Es por ti” y la esperada “Camisa negra”. “Quiero saber si esta tarde estás conmigo, Concepción”, gritó Juan Esteban Aristizábal mientras interpretaba «Fotografía» y era coreada por las 130 mil voces del gran Biobío. Durante más de una hora Concepción quedó capturada por el inmenso show del ex miembro de la banda de metal Ekhymosis, que a estas alturas del partido de la vida, cuenta con 51 primaveras.
Sorpresa causó entre los penquistas al interpretar “Enter Sandman” de Metallica ya entrada la noche ante una concurrencia histórica en esta 8va° versión del festival.
Candlebox en Concepción
Sin tregua, el último acorde de Juanes dio paso al primero de Candlebox y confieso: ese fue el momento peak de la experiencia personal del Rec.
Aclaro: crecí en la segunda mitad de los 90’s. Flipé con el grunge, que supo representar el sentir de ciertos aspectos de la época que me tocó habitar y por eso fue inevitable morir de amor por Kevin Martin cantando “Far Behind”. Vi pasar mi adolescencia a 400 kilómetros por hora sin poder creer que estaba, con cuea, a 3 metros de quien musicalizó tantas tardes de playa y tanto beso furtivo. Pasó “You” y con ella tantas veces caminando los pasillos del liceo escuchando la Rock & Pop, con el personal stereo a toda raja para no escuchar los comentarios pelotudos de las odiosas de siempre.
Martin no se imagina el impacto que tuvo en esta ser humana, pienso en esto cuando comenzó a recoger el cable del micrófono. Casi caí muerta cuando se lanzó de las tablas del Lanalhue y pasó a menos de un metro de distancia en dirección hacia el público.
Incluso cuando Martin olvidó la letra de “Mothers Dream” estuvo maravilloso. No se hizo el hueón, pidió la letra, se cagó de risa y ofreció una versión espectacular de la canción ni bien volvió a él la lírica del tema. De su nuevo álbum “The Long Goodby” cantó entre otras “Elegante”. Maravillosa. Firmó una polera, firmó un disco entre el público, tiró baquetas firmadas. Las hizo todas y luego Candlebox dejó el escenario. Se fueron con todo el grunge para darle paso a Café Tacvba, que ya estaba listo en el escenario del lado. Maratónico.
Una hora y media de rock mexicano de la mano de Café Tacvba
No nos dimos cuenta cuándo se cerró el cielo pero ni bien Rubén Albarrán salió al escenario y se tiraron los primeros acordes, comenzó una tímida lluvia que fue arreciando con los minutos. ¡La lluvia de Seattle! pensé. El agua no causó efecto alguno en el público. De la felicidad de la evocación caí inmediatamente en cuenta y con horror de que la cámara que estaba usando no es impermeable ni resistente al agua. ¡Cagué con las fotos! Sólo nos dan unos temas para el registro. “Estoy pedida” pensé mientras Arturo con toda su destreza y experiencia me ayudaba a ponerle una bolsa al equipo para cubrirlo de la lluvia.
El show partió con el escenario excesivamente oscuro, con demasiado humo y la bolsa estaba apenas resistiendo el peso del agua. Todas esas señales indicaban que ya era hora de emprender la retirada, con la segura convicción de que no debía empeñar la cámara por unas fotos y fue así que decidimos volver a la carpa de prensa para poner a salvo el equipo.
Estábamos en eso, con la desazón espantosa de estar perdiendo parte importante del show de “Cafeta” mientras afuera sonaba «Como te extraño mi amor» y «Eres», cuando de pronto se descorrió la cortina que separaba el backstage de la sala de prensa y apareció Candlebox en pleno para dar la conferencia de prensa. ¡OMG! Y nos quedamos.
Cuando terminó la rueda de preguntas, Arturo, quien tiene el don de anticipar escenarios posibles, me dijo: “sácate una foto con el baterista” que estaba a un lado. Yo, más entradora que helado de palo, fui a su encuentro. Arturo estaba con la cámara lista.
Kevin Martin estaba al otro lado de la sala, cerca de la misma cortina por donde aparecieron. De la organización anunciaron el fin de la conferencia, que “nada más”, pero Arturo nuevamente se anticipó a la jugada: «Ponte al lado de la salida» y obediente partí otra vez y me quedé, como una centinela aguardando al lado de la cortina: “Kevin, the last picture, please” y ocurrió la magia: amoroso y amable me abrazó con la cara llena de risa y posó para las fotos.
Cuando salimos de la carpa de prensa, (y mientras mi corazón seguía incrédulo por la emoción) todavía estaba Café Tacvba en el escenario y el cielo había escampado. ¡Hasta la luna había aparecido!
Llegamos justo para el tributo a Los Tres, cuando cantaron el himno penquista “Déjate caer”. Nos perdimos «Las Flores», y «El fin de la infancia». No importaba nada. Alcanzamos a ver Chilanga Banda.
No dejó de ser curioso que la audiencia pidiera a gritos la canción “Ingrata” lanzada por allá en el lejano 1994 en el exitoso álbum Re, hacia el final del show, pero en 2017 la banda dijo que ya no se sentían cómodos tocando el tema: “Mucha gente puede decir que es sólo una canción. Pero las canciones son la cultura, y esa cultura es la que hace que ciertas personas se sientan con el poder de agredir, de hacer daño, de lo que sea», dijo Albarrán en algún diario cuando les preguntaron por qué ya no suena en sus conciertos una de las canciones más famosas de su repertorio histórico. Bien ahí. Es cierto, más no por eso, dejo de saberla y de cantar de vez en cuando esos versos horrorosos, con su resto de culpa: “Pues si quiero hacerte daño, sólo falta que yo quiera lastimarte y humillarte» o “Por eso ahora tendré que obsequiarte un par de balazos, pa que te duela / y aunque estoy triste por ya no tenerte, voy a estar contigo en tu funeral. ¡Eran otros tiempos! y que alegra que hayan pasado.
A las 23:30 volvimos a la carpa de prensa una vez terminado el espectáculo para esperar la conferencia. De la organización salieron a decir que no habrá declaraciones de ningún tipo. Que los mexicanos se fueron. Nada más. No habíamos almorzado siquiera y con el cansancio del día y las ampollas en los pies aplaudimos entre todos los medios al gran trabajo realizado por la organización, ya sin culpa por no aguantar un minuto más en el parque. Al fin nos fuimos de camino al apart hotel donde nos estábamos quedando.
Pedimos un Uber y nos fuimos a la expectativa de encontrar algo abierto en alguna app de reparto a domicilio. Cuando bajamos del auto, mientras esperábamos a que el conserje acudiera al llamado del timbre, escuchamos que se bajó otra pareja de un taxi. Venían también de Rec y con toda la fiesta encima, nos invitaron, sin conocernos, a un carrete improvisado para bajar el día. Quizás tengan algo de comida, pensé con optimismo. No era raro pensaar en algo que echarle a la guata luego de tantas horas de trabajo. Decidimos ir a la aventura. Después de tantas emociones, era difícil llegar sencillamente a dormir. La fiesta estaba 2 pisos más arriba. Cuando golpeamos la puerta, estaba sonando Juanes.
Acá te dejamos el video con el resumen de todo lo que ya te hemos contado
El domingo terminó para nosotros a las 6 y media de la mañana del lunes. Luego un tuto y a las 11 hicimos el check out para volver a casa y trabajar en esto: el producto del REC. ¡Gracias por tanto, Conce!
Y con ansias nos quedamos a la espera del festival de 2024.