BorisKarloff apuesta por la “new wave guachaca” con sus nuevos singles “Quimera” y “Piloto del siglo”

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Con olor a sótano, beats sintéticos y el alma al borde del desborde, BorisKarloff regresa para patear el tablero y dejar claro que lo suyo no es nostalgia, sino una evolución con los colmillos afilados. Así lo confirman “Quimera” y “Piloto del siglo”, un doble single que marca el inicio de una nueva etapa y adelanta lo que —según ellos mismos— será “el mejor disco de Chile”.

Pero esto no es marketing. Es una declaración de fe. Un llamado a la pista desde las tripas.

La quimera post punk: entre monstruos internos y pistas de baile rotas

“Quimera” es un viaje hacia adentro. Una pieza que suena a sueño sucio y bailable, una guerra interna donde cada parte del monstruo representa un conflicto, una rabia, una historia no contada. No hay redención, pero sí hay movimiento. Una pulsión oscura que se baila con los ojos cerrados.

“Piloto del siglo”, en cambio, es un gesto. Una especie de grito contenido contra lo que no se puede nombrar. No busca culpables, pero incomoda. No apunta, pero expone. Es ese tipo de canción que te golpea sin decir una palabra, porque su fuerza está en lo que deja resonando después del último acorde.

New wave guachaca: la etiqueta que nadie pidió, pero todos necesitábamos

En esta etapa, BorisKarloff abraza un concepto nuevo: “new wave guachaca”. ¿Qué es eso? “Un nuevo estilo de baile, para mover el esqueleto, para estimularlo”, dicen. Es el matrimonio no oficial entre el pulso frío de los 80 y la calidez rota del carrete chileno. Una mezcla que huele a linóleo, neón y cerveza derramada. Una categoría sin pretensiones, nacida del goce libre.

La banda se trasladó a un sótano sin límite de tiempo ni expectativas externas, donde cada decisión se toma entre todos. “Antes nos apurábamos mucho con los temas. Ahora los trabajamos de forma más cuidadosa. Nos sincronizamos como banda, cada decisión sonora la tomamos entre todos”, cuentan. Y esa sincronía se escucha: en la precisión de la LinnDrum, en la producción detallista, en la textura de cada capa de sonido.

De la urgencia a la alquimia colectiva

En BorisKarloff no hay solistas, ni divas. Martín mueve las perillas, pero todos están en todo. Desde la guitarra hasta la mezcla. Y eso se nota. El resultado no es un experimento, es una convicción: si suena, se toca. Y si se toca, tiene que doler, aunque sea bailando.

Este doble lanzamiento no solo abre un nuevo camino, también redefine las reglas del juego. BorisKarloff no está siguiendo una tendencia, está abriendo una nueva.

BorisKarloff nota

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