Hoy, 29 de abril, estaría de cumpleaños Alejandra Pizarnik. Una de las voces más influyentes y aclamadas de la poesía hispanoamericana del siglo XX.
Nacida en 1936 en la ciudad de Avellaneda, Argentina, Pizarnik dejó una huella indeleble en la literatura latinoamericana con su obra introspectiva, oscura y profundamente emocional.
Hoy sería una viejita «emo/dark» de 88 años o quién sabe.
Alejandra Pizarnik: Vida y trayectoria
Desde muy joven, Alejandra Pizarnik demostró una sensibilidad literaria excepcional. A los 19 años publicó su primer poemario, «La tierra más ajena», con la editorial Botella al mar, el cual marcó el inicio de una prolífica carrera que exploraría temas como la soledad, la angustia existencial y la búsqueda de identidad.
A lo largo de su vida, Pizarnik presentó problemas de salud mental y debió luchar contra la depresión, lo que se reflejó en su poesía, dotándola de una intensidad emocional y una profundidad incomparables.
Obras como «Árbol de Diana» (1962), «Los trabajos y las noches» (1965) y «Extracción de la piedra de locura» (1968) la consagraron como una de las voces más auténticas y conmovedoras de su generación.
Un detalle poco conocido
Aunque se la reconoce principalmente por su extraordinaria obra poética, hay un aspecto de la vida de Alejandra Pizarnik que suele pasar inadvertido. Luego de abandonar sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, la joven escritora decidió explorar su faceta artística desde otro ángulo y se inscribió en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, donde estudió pintura durante un tiempo. Además, Pizarnik también cursó periodismo, desde donde obtendría herramientas que más adelante utilizaría para escribir críticas literarias en distintos periódicos de Buenos Aires. Si bien esta etapa fue breve, demuestra la inquietud creativa multidisciplinaria que poseía Pizarnik y su constante búsqueda de medios de expresión para plasmar su singular visión del mundo.
El fin de Alejandra Pizarnik
Desafortunadamente, la vida de Alejandra Pizarnik terminó de manera trágica cuando, a la edad de 36 años, se quitó la vida en su departamento de Buenos Aires con 50 pastillas de Seconal.
Su partida prematura dejó un vacío en el mundo literario, pero su legado continúa a través de sus poemas, que siguen conmoviendo y resonando con lectores del mundo.
Selección de poemas de Alejandra Pizarnik
La carencia
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
13
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
15
Extraño desacostumbrarme
de la hora en que nací.
Extraño no ejercer más
oficio de recién llegada.
La última inocencia
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.
He de partir
Pero arremete, ¡viajera!
El miedo
En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labio muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
Poema
Tú eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio.
Tú haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.
¿Sabe el mundo que el infierno es él mismo?
Alejandra Pizarnik
Desmemoria
Aunque la voz (su olvido
volcándome náufragas que son yo)
oficia en un jardín petrificado
recuerdo con todas mis vidas
por qué olvido.
Sombras de los días a venir
Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores,
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiració
de un animal que sueña.
Origen
Hay que salvar al viento
Los pájaros queman el viento
en los cabellos de la mujer solitaria
que regresa de la naturaleza
y teje tormentos
Hay que salvar al viento.
Despedida
Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña.
Nada
El viento muere en mi herida.
La noche mendiga mi sangre.
Cenizas
La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.
Pronto nos iremos
Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.
¿Qué haré conmigo?
Porque a Ti te debo lo que soy
Pero no tengo mañana
Porque a Ti te…
La noche sufre.
La carencia
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
Exilio
A Raúl Gustavo Aguirre
Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
Hija del viento
Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.
Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.
Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.
Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.
El despertar
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo.
Cuarto solo
Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.