Nacida en La Habana en 1967, Damaris Calderón irrumpió en el panorama poético cubano como una fuerza de la naturaleza. Sus versos, incendiarios y cargados de una intensidad arrolladora, pronto la convirtieron en una de las voces más relevantes de su generación.
Su poesía, marcada por la crudeza y la honestidad brutal, explora los rincones más oscuros del ser humano, desnudando las miserias y las glorias de la condición humana. La violencia, la memoria, el exilio, la identidad, el cuerpo, la homosexualidad y la muerte son algunos de los temas que atraviesan su obra, dejando a quien la lee con la sensación de haber sido testigo de una verdad profunda y desgarradora.
En 1995, Damaris Calderón llegó a Chile por invitación del poeta Daniel Osorio. Es acá en Chile donde ha desarrollado gran parte de su carrera. Desde entonces, su voz se ha convertido en un referente ineludible de la poesía latinoamericana actual.
Reconocimientos y premios
A lo largo de su trayectoria, Damaris Calderón ha recibido numerosos premios y reconocimientos, entre ellos:
Premio «El Joven Poeta» (Cuba, 1987).
Beca Guggenheim en Artes, América Latina y Caribe (2010).
Premio Altazor a las Artes, género poesía (Chile, 2014).
Premio a la Mejor Obra Publicada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura de Chile (2014).
Obras destacadas de Damaris Calderón:
Damaris Calderón ha publicado más de 15 libros de poesía, entre los que se destacan:
1987: Con el terror del equilibrista (Ediciones Unión, La Habana, Cuba).
1992: Duras aguas del trópico (Ediciones Unión, La Habana, Cuba).
1994: Guajiros (Ediciones Vigía, Matanzas, Cuba).
1998: Duro de roer (Ediciones LOM, Santiago de Chile).
1999: Antología de la poesía chilena actual (Ediciones Visor, Madrid, España).
2001: Sílabas. Ecce Homo (Editorial Universitaria, Santiago de Chile).

2002: Las voces del silencio. Poesía chilena del siglo XX (Ediciones Alfaguara, Madrid, España).
2004: Parloteo de sombra (Ediciones Vigía, Matanzas, Cuba).
2005: Antología de la poesía latinoamericana actual (Ediciones Vaso Roto, México).
2006: El arte de aprender a despedirse (Ediciones Matanzas, Matanzas, Cuba) / Los amores del mal (Ediciones El Billar de Lucrecia, México).
2007: La extranjera (Ediciones LOM, Santiago de Chile).
2010: El remoto país imposible (Editorial Fuga y Las Dos Fridas, Santiago de Chile).

2011: El infierno otra vez (Ediciones LOM, Santiago de Chile).
2014: Se adivina un país (Ediciones LOM, Santiago de Chile).
2017: Antología personal: Sílabas (Ediciones LOM, Santiago de Chile).
2018: Las pulsaciones de la derrota (Ediciones LOM, Santiago de Chile).
2020: Antología de la poesía chilena del siglo XXI (Ediciones Universidad de Santiago de Chile, Santiago de Chile).
*Esta lista incluye solo las publicaciones de libros de Damaris Calderón. No incluye artículos, poemas en revistas, ni otras publicaciones menores.
Es importante tener en cuenta que algunas de estas publicaciones pueden tener diferentes ediciones en diferentes países.
Legado:
La poesía de Damaris Calderón es un canto a la vida y a la muerte, al amor y al dolor, a la esperanza y la desolación. Su obra, que ha conmovido a lectores de todo el mundo, es una invitación a enfrentar la realidad con los ojos abiertos y el corazón valiente.
En sus propias palabras:
“A nosotros nos corresponde recordar. Y crear. La esencia humana es poética, vale decir, creadora. Cada ser humano es un creador, no un consumidor. La creación es el acto de rebelión prometeico. Por lo tanto, creo que lo primero que hace la poesía es desalienar, devolviéndole al hombre y a la mujer ese fuego vital y esa mediación y ese diálogo de lo humano con lo divino. Se la debería enseñar en la casa, en los colegios, en la sociedad, a libro abierto, a cielo abierto.”
Damaris Calderón Campos, Marzo 2020, Festival de Poesía La Chascona.
Poemas de Damaris Calderón
CABALLO DE ATAR
El viento puede enloquecer a una mujer
a un hombre
caballo de atar rompe los cercos
salta la empalizada
doblega el cerebro más fuerte
como un campo de gavillas de trigo.
Ahora soy mi padre recostado junto a la ventana
que me pregunta con sus ojos muertos
“¿Estás aquí o en La Habana?”
Ahora soy mi padre
su navaja de afeitar
la herida que corre
el hilillo de sangre
y el tajo que quisiera más profundo.
¿Estoy aquí o en La Habana?
Lo que antes fue literatura
es un río que me desborda
una tierra me segrega me expulsa
el dolor recorre mis piernas sus posesiones.
Soy mi padre.
La hija del difunto.
La extranjera.
La otra.
Ninguna.
UNA MUJER SOLA Y AMARGA
I
Cuando tú eras hermosa
cuando tu pecho lo cruzaban furiosos vientos
mi madre me paría en una sala sórdida
de una clínica desconocida
boqueaba como un pez
sobre su vientre el peso de una caballería.
Dos mujeres inexorables
podaban el poco sol de la pieza
le recordaban su proximidad con los abismos.
Mi madre era un seto cerrado
que tuvo alguna vez su pequeña fuente
una empalizada
que asolaron los perros y los años.
De su madera gastada me alzo el mundo
de su madera podrida rehago la cuerdas de mi casa
y no la alcanzo.
Como la sombra que un jinete persigue en la llanura.
II
Bajo esas manos que el horror cuartea
que el fuego hace más íntimas
se alojó mi cabeza
fruta que esperan picotear los pájaros
eso pequeños animales dóciles
que no podíamos mirar sin repugnancia
moverse entre los platos
cuando apartaba para nosotros, para sí,
la vida.
Salí de entre sus piernas
como de un bombardeo.
He sido el héroe y el traidor.
ODISEA
Cómo volver allí cómo volver.
¿Conoces tú el país en que se vuelve?
Me quedo sola.
La calle oscura
todo el pueblo una sola calle oscura
que termina en las líneas de un tren (mental)
muerto hace años.
Las casas- tonadas
lo irrisorio
golpeando la madera
los techos de zinc
llamándome por mi nombre.
La vida siempre estuvo aquí:
Aquel patio este patio (siempre aquel patio)
su olor a jazmín a descomposición.
La sangre corriendo.
El corazón del puerco
alcanzado en una dos tres
puñaladas.
El verano zumbando como mosca.
Una golondrina haciendo el verano
(intentándolo)
Mi caligrafía corriendo.
Mis piernas corriendo.
El mar repartiendo peces epítetos
repitiendo tejiendo
mi tela de araña:
Y Antino vino a la guerra,
cubierto de oro, como una doncella
y la muerte lo atrapó.
Yo comería hielo fuego piedras rocas pedernales
tierra hambre de tierra boca de tierra
me hiciera regresar.
LA EXTRANJERA
Tus cartas terminaban siempre:
A ti que estás en un país
extraño y lejano. Cuando todavía podías escribir,
cuando tu mano aún era tu mano (un látigo)
y no un manojo de nervios, un temblor.
La primera navidad fue también la última, reunidos
bajo el árbol que ya no veías, apiñados como hojas.
Salí al patio a limpiar las hojas.
(Tú escuchabas el rumor).
Dijiste que no era necesario
que la maleza volvería a inundar la casa.
Pero yo me aferré a ese gesto inútil.
Te veía avanzar dibujo de Ensor, calavera de
Guadalupe Posada.
Estuve años con la plantilla de tu pie en el bolsillo
para los zapatos fúnebres.
Pero en la muerte no hay grandes pies ni zapatos.
En la manera de negarte la tierra, soy tu hija.
Soy ahora el lejano y extraño país.
SIN PARACAIDAS
De abismo en abismo
desprendiéndome de todo lo minúsculo
desconocida como la palma de mi mano
en el cielo de Quito vi la gran fiebre
la gran res pastando
la gran res luminosa que nadie puede tocar
la manada el piñón de palabras saltando
las venas indígenas azules
ruido
ecuatorial
el centro del mundo
un órgano
una música feroz
un plato de tripas calientes
la catedral del oro
el hambre del oro
la devoción del oro
la miseria del oro
la acuarela violenta de Quito
las calles que suben al cielo de Quito
el empedrado
que baja a la boca del infierno.
El cielo la página de Quito
el poema hecho de la saliva espesa de la noche
noche de fiebre y de objetos de apariencias de nombres
que cambian de sitio.
Antes estuve acá ahora allá cortada
por el espejo el reflejo ecuatorial
cargando en mulas mis antepasados
una recua de mulas
abuelo va cortando el aire con un cuchillo
el aire a cuentagotas se deja apenas respirar
subiendo a la tierra bajando al cielo
echando sangre de narices
estallando como un bumeran o como un boeing
volando sobre la sábana sobre la frazada de alpaca
empalada por dos indios amarrados los ojos
en el delirio de la fiebre del plátano.
La fiebre que envidian los que no llegan al centro del mundo
al centro del ombligo
al centro del hambre
al centro del hombre
a la mitad del miedo.
Las islas esparcidas como cuentas
como ojos arrancados relumbrando
platería joyas sombreros bisutería
el museo del hombre
costa de Guayaquil
hecha a los peces a los guacamayos
a la alegría de la camisa de fuerza del turista multicolor
Cuenca
atravesada por los cuatros ríos
el dolor de los techos de tejas y el sonido de las goteras de la lluvia
el balido del ovillo de lana
el balido de la oveja antes de ser carneada
SE ASAN CABRITOS
SE ASAN CHANCHOS
SE ASAN CUYES FRESCOS AL HORNO
AQUÍ
Las calles empinadas
Las catedrales las iglesias la devoción
La flema la flama el escupitajo la sangre de narices
Los angelitos negros
( a la virgen le cortaron las tetas).
Las palabras palpitando como animales temblorosos en cuatro patas
el crepúsculo rojo sangriento
una víscera humeante
Las palabras atravesadas por la taquicardia
el cielonegroaplastante asfixiante de Quito
el vientre la gran res
la medida de mi muerte y sus ojos novillos.
PARA CERRAR LOS OJOS
Toda mi vida soñé con los caballos.
Ser un caballo.
Astas de viento.
Ancas de viento.
El vigor de los jóvenes potros.
Ahora que voy a morir
déjame ver los caballos otra vez.
Cuando la lengua se deshace
sin palabras ni tierra que pronunciar.
Cuando la espuma deja a mis pies
un cerco efímero
Y todo es borrado por las aguas
barrido por la niebla
déjame ver los caballos otra vez.
Una carrera.
Otra carrera.
Ninguna carrera.
Cuando el manzano es la memoria del manzano
su cáscara.
Déjame ver los caballos otra vez.
Puro vigor.
Puro deseo animal.
El macho monta a la hembra.
Muerde el pelaje.
Dobla las patas.
La penetra.
Escucho el relincho.
Tiemblo más que la hierba húmeda.
Vencida.
Despojada del hábito de ser humanos
déjame ver los caballos otra vez.
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