En el corazón de Avellaneda, donde el Riachuelo susurraba historias de tango y resistencia, nació un 25 de diciembre del año 1949 Néstor Perlongher.
Segun se señala en la página del gobierno argentino: “Nunca ocultó su homosexualidad ni cierto «aspecto femenino» que mostraba. Su abierta sexualidad incomodó a su familia, que incluso despreciará al futuro poeta al extremo de echarlo de su hogar. Sin embargo, esto afirmó aún más su personalidad y las ideas por las que vivió.”
Un par de meses previos al golpe militar de 1976, Néstor Perlongher fue apresado y sometido a proceso legal. A la edad de 26 años, se identificaba como un activista trotskista, destacando como una figura prominente en el Frente de Liberación Homosexual de Argentina, fundado en el Barrio Once de Buenos Aires, donde pudo relacionarse con otros activistas e intelectuales entre los que destacan los escritores Manuel Puig, Juan José Hernández y el sociólogo Juan José Sebreli.
Es importante destacar que el Frente de Liberación Homosexual fue la primera asociación por los derechos de los homosexuales de América Latina y fueron los pioneros en una lucha que cada vez va ganando más batallas y realizando más conquistas.
Perlongher desafió las normas con su voz irreverente. Algunos lo apodaron el «arengador anarco queer», un título que refleja su feroz oposición al discurso tradicional de la comunidad gay y a la institucionalización de la homosexualidad. Perlongher reivindicaba al marica, a la loca, como la gran figura contracultural capaz de desafiar el machismo histórico enquistado en la sociedad.
La llegada del golpe cívico-militar de 1976 obligó al Frente de Liberación Homosexual a disolverse para evitar la persecución, la cárcel y la muerte. Sin embargo, Perlongher no se doblegó. A pesar del peligro, fue capturado y pasó tres meses “a la sombra” en la cárcel de Devoto, una experiencia que marcó su vida y obra.
En el año 1981, Néstor Perlongher terminó de estudiar Sociología en la Universidad de Buenos Aires.
La sombra de la dictadura lo empujaba a buscar nuevos horizontes, no por militante, sino que por gay y así emprendió un viaje hacia São Paulo, Brasil, donde realizó una Maestría en Antropología Social en la Universidad Estatal de Campinas. En esta casa de estudios también fue profesor en 1985.
En ese crisol de exilio y búsqueda, nacía su obra poética más destacada, la que ha quedado grabada a fuego en la memoria colectiva: «Cadáveres».
Este poema, un tesoro dentro de su segundo poemario «Alambres», vio la luz en 1987 bajo el sello de la Editorial Último Reino. Su profunda sensibilidad y su magistral manejo del lenguaje le valieron a Perlongher el prestigioso Premio de Literatura Boris Vian.
«Cadáveres» no es solo un poema, es un canto fúnebre a las víctimas de la dictadura, un réquiem neobarroco que nos enfrenta a la crudeza de la violencia y la memoria profanada. Sus versos, cual látigo lacerante, desnudan la hipocresía de una sociedad que optó por el silencio.
Perlongher era un poeta singular, un chamán enjoyado y emplumado de la palabra que conjuraba versos con la furia del tango y la sensibilidad del “neobarroso”, género en el que se inscribió y concepto que creó, enmarcándose en un contexto “rioplatense”. Su estilo desafía las etiquetas, fusionando lo culto con lo popular, la descripción cruda con la reflexión profunda.
“En el caso del Río de la Plata, yo lo llamaría «neobarroso», porque hay como una especie de ilusión de profundidad, que los escritores rioplatenses siempre estamos como debiéndole a eso, al producto de la «tos del tango» (…) los argentinos tienen una especie de resistencia a la superficie”.
Nestor Perlongher, cita publicada en Polvo, el 29 de enero de 2019.
En una entrevista con el poeta uruguayo Eduardo Milán, publicada en el semanario Jaque, Néstor Perlongher se refirió a su poema «Cadáveres»:
«Lo escribí en el 82, después de un viaje a la Argentina, donde estaban apareciendo los cadáveres. No se hablaba de otra cosa entonces, era lo que estaba en la calle. Emergían de todas partes, cadáveres y más cadáveres».
Las palabras de Perlongher nos transportan a un momento aciago de la historia argentina, a un tiempo en el que la muerte se manifestaba de forma grotesca y omnipresente. El poeta, testigo de esa realidad desoladora, la plasmó en versos que aún hoy, luego de la pandemia y con agitados tiempos políticos y económicos, resuenan con una viveza que acosa y acecha como la sombra del cóndor cuando América Latina es la presa.
Un viaje de 48 horas en micro hacia Brasil marcó un punto de inflexión en la vida de Perlongher. En ese trayecto, entre la tristeza y la ira, las imágenes de los cadáveres que había visto en Argentina se agolpaban en su cabeza para salir en una escritura agresiva e indiferente, filosófica y frontal, narrativa y coloquial, descriptiva y espectadora.
Más tarde, Perlongher escribiría en diferentes medios de comunicación como el diario Folha de São Paulo. Realizó en Brasil otras publicaciones como libros de prosa y poesía: Parque Lezama, Aguas Aéreas, Austria-Hungría, El chorreo de las iluminaciones, El fantasma del sida, y los ya dichos.
Luego de todo lo dicho, aquí te dejo el poema:
Cadáveres
Por Néstor Perlongher
a Flores
Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres
En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres
En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres
En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres
En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja
por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñiero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres
Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa…
Hay Cadáveres
Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al
espejuelo, en la
correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas
arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin
embargo, en esa c… que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con
Todo
Sobretodo
Hay Cadáveres
En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la
menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el
despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un
saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas
pasadas como mejas muertas de las que
Hay Cadáveres
Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano:
en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente;
en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa
porque su novio ha
……………………….!
Hay Cadáveres
En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay Cadáveres
Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las
campesinas
agasajan sus fiolos, en los
fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a
escondidas, con la bombacha llena; en la
humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de
los de
Hay Cadáveres
Parece remanido: en la manea
de esos gauchos, en el pelaje de
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
Hay Cadáveres
Ay, en el quejido de esa corista que vendía «estrellas federales»
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con
una botella de whisky «Russo» llena de vidrio en los breteles, en ésos,
tan delgados,
Hay Cadáveres
En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere
En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
las uñas salitrosas, en las mismas
cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan
…indeciso…, que
clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y
en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza
que se derrumba, oui
Hay Cadáveres
Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa
¡bonita profesora!
Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo
de ese incienso;
Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón
atravesado por un aro, enagua, en
Ya
Hay Cadáveres
En eso que empuja
lo que se atraganta,
En eso que traga
lo que emputarra,
En eso que amputa
lo que empala,
En eso que ¡puta!
Hay Cadáveres
Ya no se puede sostener: el mango
de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos,
el rosario
de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
la corriente
que sujeta a los juncos el pichido – tin, tin… – del sonajero, en el gargajo que se esputa…
Hay Cadáveres
En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también
glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
que se estampa como sobre en un pijo,
en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de
la hormiga,
Hay Cadáveres
En la conchita de las pendejas
En el pitín de un gladiador sureño, sueño
En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas
brechas, en el sudario del cliente
que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo,
en el polvo
Hay Cadáveres
En el desierto de los consultorios
En la polvareda de los divanes «inconcientes»
En lo incesante de ese trámite, de ese «proceso» en hospitales
donde el muerto circula, en los pasillos
donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
en los huecos
de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos
se travisten de »hombre drapeado»,
laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea)
un paladar, en tornos
Hay Cadáveres
En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de
esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese
bies que ciñe – algo demás – esos corpiños, en el azul Iunado del cabello, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el
reclinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños…
Hay Cadáveres
En esas circunstancias, cuando la madre se
lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la
hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que
va “creciente”, o
Hay Cadáveres
Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza
que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por
los haras, eh, harás de cuenta de que no
Hay Cadáveres
Cuando el caballo pisa
los embonchados pólderes,
empenachado se hunde
en los forrajes;
cuando la golondrina, tera tera,
vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola
como una sierpe “leche de cobra” se
disipa,
los miradores llegan todos a la siguiente
conclusión:
Hay Cadáveres
Cuando los extranjeros, como crápulas, («se les ha volado la
papisa, y la manotean a dos cuerpos»), cómplices,
arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta,
y ella es devaluada!
Hay Cadáveres
Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano,
ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un
»palo borracho», la estirpe real de una azalea que ha florecido
roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje
la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo
contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y
Hay Cadáveres
Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el suceso de su pica, más
atornilla esa clava, cuando «mecha»
en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza
chueca, cuando la va dándola vuelta
para que rase todos.. . los lunares, o
Sitios,
Hay Cadáveres
Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin…
acribilla, acrisola, ángeles miriados’ de peces espadas, mirtas
acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del
dedo de un puntapié en las várices, torreja
de ubre, percal crispado, romo clít …
Hay Cadáveres
En el país donde se yuga el molinero
En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado,
y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon,
la huelen desde lejos, desde antaño
Hay Cadáveres
En la provincia donde no se dice la verdad
En los locales donde no se cuenta una mentira
–Esto no sale de acá–
En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en
la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y
Esmeraldas,
Hay Cadáveres
Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
le abren el c… para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada
de un camarín donde…
Hay Cadáveres
Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella
era una oveja hecha rabona, donde la perra
lo cagó, donde la puerca
dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos
almizclados, lo sedujo,
Hay Cadáveres
Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre
un bombachón de muñequera como en
un cáliz borboteante – los retazos
de argolla flotaban en la «Solución Humectante» (método agua por
agua),
ella se lo tenía que contar
Hay Cadáveres
El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados
Hay Cadáveres
La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas
La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una «calada»
El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de
una Kombi,
Hay Cadáveres
La despeinada, cuyo rodete se ha raído
por culpa de tanto «rayito de sol», tanto «clarito»;
La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi;
La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse
para no ver lo que veía:
Hay Cadáveres
La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un
buen punto;
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
discreto que no mostrara nada
– y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase –;
la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse
táctilmente en los telares-y daba esa textura acompasada…
lila…
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
Hay Cadáveres
La que hace años que no ve una pija
La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña)
Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
donde los
vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le
tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una
profesora…)
Hay Cadáveres
Era ver contra toda evidencia
Era callar contra todo silencio
Era manifestarse contra todo acto
Contra toda lambida era chupar
Hay Cadáveres
Era: «No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
cuenta»
O: «No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a
pecho»
Acaso: «No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta»
Aún: «Hoy asaltaron a una vaca»
«Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
…y listo»
Hay Cadáveres
Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello
Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como
una corbata se avizora, pinche de plata, así
Hay Cadáveres
En el campo
En el campo
En la casa
En la caza
Ahí
Hay Cadáveres
En el decaer de esta escritura
En el borroneo de esas inscripciones
En el difuminar de estas leyendas
En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga,
En ese puño elástico,
Hay Cadáveres
Decir «en» no es una maravilla?
Una pretensión de centramiento?
Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
muere al amanecer, y descompuesto de
El Túnel
Hay Cadáveres
Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo
de superficie frívola…?
Hay Cadáveres
Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste
a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo
curzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los
carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso,
te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a
dedetener, Fernando? Imaginá…
Hay Cadáveres
Estamos hartas de esta reiteración, y llenas
de esta reiteración estamos.
Las damiselas italianas
pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las »modelos» –del partido polaco–
no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza!
Cholas baratas y envidiosas – cuya catinga no compite – en Quilmes!
Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda!
Barracas!
Hay Cadáveres
Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es
colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género «volante»!
NI
Hay Cadáveres
Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres
Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres
Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres
– Todo esto no viene así nomás
– Por qué no?
– No me digas que los vas a contar
– No te parece?
– Cuándo te recibiste?
– Militaba?
– Hay Cadáveres?
Saliste Sola
Con el Fresquito de la Noche
Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito
Y
Hay Cadáveres
Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres
Yo soy aquél que ayer nomás…
Ella es la que…
Veíase el arpa…
En alfombrada sala…
Villegas o
Hay Cadáveres
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No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres.